Orquis Lugubris
1997
50x40 cm / 20x16 in
Archival pigment print
Passiflora Purpurea
1997
50x40 cm / 20x16 in
Archival pigment print
Dionaea Viscosa
1997
50x40 cm / 20x16 in
Archival pigment print
Dionaea Severa
1997
50x40 cm / 20x16 in
Archival pigment print
Orquis Mordax
1997
50x40 cm / 20x16 in
Archival pigment print
Passiflora Encarnata
1997
50x40 cm / 20x16 in
Archival pigment print
Passiflora Sanguinea
1997
50x40 cm / 20x16 in
Archival pigment print
Orquis Negrilensis
1997
50x40 cm / 20x16 in
Archival pigment print
Radix Insatiabilis
1997
50x40 cm / 20x16 in
Archival pigment print
Aloe Atrox
1997
50x40 cm / 20x16 in
Archival pigment print
Anthurium Putridum
1997
50x40 cm / 20x16 in
Archival pigment print
Cattleya Putida
1997
50x40 cm / 20x16 in
Archival pigment print
Dracula Nosferatu
1997
50x40 cm / 20x16 in
Archival pigment print
Passiflora Foetida
1997
50x40 cm / 20x16 in
Archival pigment print
Maxillaria Vorax
1997
50x40 cm / 20x16 in
Archival pigment print
Declaración
Fue de niño en Medellín, Colombia, cuando oí por primera vez hablar sobre esos “cortes”: “corte de corbata”, “corte de franela”–mutilaciones que se le hacían al cuerpo humano y que yo algunas veces escuchaba por la radio o entre las conversaciones de mi familia.
Estos “cortes” se practicaron en los años cincuenta cuando se desató la violencia entre conservadores y liberales en las zonas rurales de Colombia. Fue al investigar esa época que hoy se conoce como “La Violencia”, cuando leí sobre ese otro corte que desconocía: el “corte de florero.”
En este “corte”, a la víctima se la degollaba y se cortaban sus extremidades para luego introducirlas en su torso como si este fuera un florero. Fue este primer recuerdo de la violencia política en mi país el que me movió, en 1997 a trabajar con huesos humanos y a recomponerlos en “flores”, una metáfora de estos “cortes”.
—JME
Vista de instalación
Santa Fe Art Institute, Santa Fe, NM, 2007